LA OBRA
Teatro del Temple afrontó el montaje de este clásico contemporáneo, como en casi todo lo que hace, profundamente respetuoso con el espíritu de la letra, pero dando una vuelta de tuerca más a su imaginario hasta hacer de la obra algo todavía más cercano y reconocible al espectador, desvelando su gran sentido cómico, a veces apartado del espectáculo por su contenido existencial.
Fin de partida pide desnudez, interpretación y rigurosidad estética. Lanzada siempre como un futuro cercano por llegar, ese habitáculo, donde los personajes esperan sin esperar nada, se configurarian sus elementos esenciales:
Un espacio gris asfáltico, sólo conectado con el mundo exterior por un ventanal. El metal es el elemento dominante, simbolo de una sociedad altamente tecnificada, pero sumida ya en el desastre medioambiental. El vestuario en coherencia con el espacio escénico, es una suma de prendas que siendo cotidianas nos llevan a una cierta estética futurista. El espacio sonoro, la luz y el uso puntual de imagenes audiovisuales, sirven para acabar de componer este fresco entre patético e irónico de un posible punto final para la especie humana.
Humor negro, melancolia y ternura para caracterizar a los personajes. Ellos son el elemento central de esta metáfora nítida y rigurosamente comtemporanea de la condición humana.
Samuel Beckett
Nacido en Dublín (Irlanda) en 1906. Novelista y autor dramático, es junto a Ionesco y Adamov uno de los creadores de lo que se ha venido a llamar el Teatro del Absurdo, al que lleva con rigor a sus últimas consecuencias ideológicas y formales. Hizo sus estudios en el Trinity College de Dublín y fue lector de inglés en la École Normale Supérieure de París. En esta ciudad conoció a James Joyce, de quien se convirtió pronto en sus secretario, su confidente y su amigo. Después de unos años como lector de francés en Dublín, se instaló definitivamente en Francia en 1937. Participó activamente en la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial, desdeñando su neutralidad de ciudadano irlandés.
Escribió toda su obra indistintamente en inglés o en francés. Con Esperando a Godot, estrenada en París en 1953, en un montaje modélico de Roger Blin, Beckett conquistó la escena y esta obra y en general su teatro no dejaría de ser representado jamás hasta nuestros días. Los temas de la disolución del individuo y la perdida de identidad, la imposibilidad del diálogo, la investigación obsesiva del lenguaje (deudora de James Joyce) se van destilando a lo largo de toda su obra dramática, que parece un pausado caminar hasta el silencio final.
Recibió en 1969 el Premio Nobel de Literatura, sin que ello hiciera variar su posición de artista retirado del mundanal ruido. Apenas concedió un puñado de entrevista en su vida, pues siempre quiso proteger su existencia de intrusiones indiscretas. Murió en París en 1989.
Samuel Beckett supo romper todos los códigos y convenciones teatrales hasta la época al plantear una historia sin historia, unos personajes cercanos al clown cuyas características importantes no son lo que son ni lo que hacen, sencillamente que esperan. Creando una obra, que el propio Beckett definió como «horriblemente cómica», donde el absurdo se nos hace terriblemente cercano y cotidiano, y la deshumanización del hombre se muestra no de manera alambicada y filosófica, sino cruelmente poética y dolorosamente divertida.
MEDIA
Dirección Carlos Martín
Dramaturgia Alfonso Plou y Carlos Martín
Producción María López Insausti
Ayudante de dirección Alfonso Plou
Escenografía Tomás Ruata
Vestuario Beatriz Fdez. Barahona
Iluminación Bucho Cariñena
Espacio Sonoro Alfonso Plou
Espacio Audiovisual José Ignacio Tofé
Distribución Julio Perugorria
Reparto
Hamm Ricardo Joven
Clov José L Esteban
Hamm y Clov, tal vez los últimos supervivientes de la especie humana, se encuentran recluidos en un refugio. Hamm ejerce de amo y Clov parece asumir su condición de siervo, aunque con un cierto grado de rebeldía. Condenados a esa espera inútil donde nada se puede hacer que no sea lanzar gestos huecos y palabras vanas mientras a su lado agonizan el padre y la madre de Hamm metidos en un contenedor.
Impregnada toda la obra con el sarcástico horror, la maravillosa ternura y el sorprendente humor de Samuel Beckett nos encontramos ante una de sus obras cumbres que nos desvela en el momento del centenario de su nacimiento que su obra sigue plenamente viva y actual; y que sus metáforas escénicas, trazadas siempre con economía de medios y de palabras, nos deslumbran con su clarividencia para mostrar la esencia del ser humano contemporáneo.
El complejo mecanismo de la desolación
Teatro del Temple aporta siempre un rasgo de calidad y de ambición. Este grupo, forjado día a día a través del rigor y la vocación, es casi un fijo. (…)
En Fin de partida, de Samuel Beckett, importa, sobre todo, el asfixiante progreso de un diálogo inclemente y la capacidad para dar a la palabra su dimensión dramática. (…) Cosa de dirección (Carlos Martín) y de interpretación. Ricardo Joven y José L. Esteban encarnan con expresiva austeridad el infierno de dependencias (amo y criado), humillaciones y sinsentidos que une a Hamm y a Clov, atados por una fuerza superior a sí mismos que los aniquila y, a la vez, vivifica.
En Samuel Beckett no hay palabra gratuita ni gesto superfluo. En esta función, con un Ricardo Joven notable, tampoco.
Javier Villán, El Mundo, 27/03/07, ***
La vida en el vacío
La puesta en escena construye un clima que encierra ese mundo vacío y frío en el que sobreviven los últimos representantes de la especie humana. Un acertado uso del ritmo refuerza esa sensación circular (…) perfectamente marcada con cambios en la iluminación y la música.
Un gran trabajo actoral. Personajes con un rico mundo interior, que es puesto ante los ojos del espectador gracias a una interpretación llena de matices, que trasmite y conecta.
Joaquín Melguizo, Heraldo de Aragón, 7/12/06, ****
Al vacío
Valga ’Fin de partida’ como solitario homenaje tributado en Guadalajara, que tanto presume de privilegiar al teatro, a ese dramaturgo de textos atemporales y complejísimos llamado Samuel Beckett. Fabricado por Teatro del Temple, compañía de primera categoria especialista en etiquetar montajes de mucha sutilidad, como ya demostrara en la capital alcarreña no hace mucho con ’Buñuel’, ’Lorca’, ’Dalí’.
El mérito de una adaptación tan poco complaciente se debe en gran medida a la dirección. La labor ajustadísima de Carlos Martín se hace notar sobre el escenario. Encima de las tablas, José L. Esteban y Ricardo Joven realizan un buen trabajo. Contenido y eficaz el primero. Más visceral, el papel lo requiere, el líder de la pareja.
Rafael González, lacallemayor.net, 01/12/06