Los alumnos presenciaron una interesante y dinámica versión de la obra de Zorrilla
María Pilar Giménez Almalé, 2º Bachillerato IES Pe
Los estudiantes de 4° de ESO de Lengua y Literatura y de 2° de Bachillerato de Artes Escénicas, tuvimos el placer de presenciar el pasado 10 de marzo una interesante y dinámica versión del clásico de Zorrilla, Don Juan Tenorio, en el Teatro Principal. En esta interpretación de la Compañía de Teatro del Temple las capas se convierten en chupas de cuero, las grandes espadas se transforman en navajas afiladas y los largos vestidos de las damas pasan a ser diminutas minifaldas con estampados circulares. En definitiva: el espacio temporal de la obra se sitúa 425 años después de la ambientación en que situó Zorrilla su obra romántica, sorprendiendo al público con una novedosa adaptación de este clásico que todos conocemos, para situarlo en los años setenta del siglo XX.
¿Qué pensaría Zorrilla, que llegó hasta aborrecer su Tenorio, si conociese el éxito atemporal de esta obra, que llega de esta singular manera hasta hoy? Para empezar destacaremos que en la versión del Temple se han acortado algunos monólogos, pero se ha respetado prácticamente el texto. Momentos encomiables de estos chulescos, acanallados y macarras setenteros inspirados en la obra de Zorrilla son: la enumeración de actos de deshonestos entre don Juan y don Luis; el cura tornero en sus apariciones y su ajustada entonación; el desmayo anunciado y efectivo de doña Inés; la escena de sofá pero realizada de pie, ante un supuesto balcón y jardín sobre el río Guadalquivir; los cambios de escenografía recurriendo o no a personajes de la escena; el maquillaje de los muertos del panteón.
Como es habitual en la compañía, los actores interpretan a más de un personaje. El Temple, al menos como acabamos de comprobar en Luces de Bohemia ofrece una gran versatilidad en la interpretación de los actores, que incorporan a varios personajes. Este aspecto de su dramaturgia tiene aquí menor dificultad que en la obra de Valle, pero está, en general, igualmente logrado, sobre todo en el caso del reparto femenino. Un reparto de escasas actrices, pero que incorporan no solo varios papeles, sino algunos masculinos de la obra original. Doña Inés con una fuerza impresionante dentro de un cuerpo frágil, que mostraba su desasosiego y hacía creíble sus espasmos y desmayos; y Brígida –más tres personajes, dos de ellos masculinos en el texto de Zorrilla–. Por su parte, Francisco Fraguas interpreta al don Juan Tenorio más chulesco, potenciando su indiferencia hacia las opiniones y emociones del resto de personajes, su actitud seductora y, sobre todo, su arrojo y valentía imprudentes.
Por otra parte, la «reciclable» escenografía está basada en tres puertas metálicas, con orificios de diferentes tamaños, puertas que se convierten sucesiva o alternativamente en barra de bar de una disco setentera, o en mesa para las cenas, o en pasillos del claustro del convento, o también en los tres sepulcros del panteón. Esta escenografía básica es desplazada y ubicada en su lugar por los mismos actores que protagonizan la obra, que interpretan también al personal de cambio de escenografía.
Además de las mencionadas cajas-puertas metálicas, se hace uso de dos atrevidos sofás de cuero, y del juego de luces en el escenario que sirve para plasmar figuras y objetos en el fondo del mismo, permitiendo al público situar mejor el lugar de la acción: una cruz en el convento, unos topos bailando en círculos a ritmo de la música en la discoteca (echamos de menos la esfera giratoria con espejitos, tan de época), la luna llena sobre la terraza de la quinta de don Juan, para ambientar los versos de la escena amatoria del sofá, pero esta vez sin sofá: «¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor, / que en esta apartada orilla / más pura la luna brilla / y se respira mejor?»
Acompañan a estos cambios de escenografía canciones funky y discotequeras como Together Forever, que rompían con el carácter misterioso y dramático del texto y de la acción, pero adecuadas, decorosamente, a la ambientación de la escenografía y del vestuario. Este último pone de moda momentáneamente los colores chillones, americanas de cuero, vaqueros de campana, etc. El resultado de la obra es satisfactorio, atrevido, diferente, muy distinto a otras adaptaciones realizadas hasta ahora del famoso clásico.