Teatro del Temple, compañía independiente, histórica, comprometida, vocacional, realista, trabajadora y hermana.
Conozco a Alfonso, Carlos y María (tanto monta…) desde hace mucho, gracias a las coincidencias en festivales, ferias y foros diversos de este mundo teatral. Pero fue en los primeros meses del 2011 cuando nuestra relación entró en una nueva fase de estrechamiento gracias a un espectáculo: Transición, coproducción entre Teatro del Temple, L’Om Imprebís, Meridional Producciones y el CDN.
Las nuevas formas de ayuda a producción que el INAEM acababa de crear, para estimular el trabajo conjunto entre productoras de distintas comunidades, pusieron el marco estructural básico necesario. Pero la invitación a trabajar juntos, que partió del Temple, gente inquieta, creativa y atenta, no era gratuita, como se vio en los meses posteriores, en los que fuimos descubriendo que tenemos muchas cosas en común.
Ambas poseemos equipos creativos estables de 2 ó 3 personas que se rodean de una nube de colaboradores más o menos habituales en función de cada espectáculo. Estos núcleos están formados por un director y un dramaturgo, que en nuestro caso (Meridional) asumen -al alimón- también las funciones de producción, mientras que en el caso del Temple existe esa tercera figura -la productora íntegramente dedicada a ello-que hemos envidiado desde siempre, y más tratándose de una gran profesional y gran persona, como es María López Insausti. Sinceramente creo que la suya es la fórmula ideal de equipo estable.
Por supuesto, también practican, como en toda Compañía Independiente que se precie, la multitarea: el director es también actor de vez en cuando, el dramaturgo es a veces director técnico, todos son relaciones públicas, conductores, promotores, y un largo etcétera que conoce cualquiera que esté habituado a las formas de estar de estas formaciones. Esta forma de trabajo, intensa, auto explotadora en muchos casos, sólo es posible desde lo vocacional. Y este es uno de los elementos más importantes que caracterizan al Temple: creen en lo que hacen y hacen aquello en lo que creen. Que no es lo mismo: lo primero puede y debe hacerse en cualquier buena productora de teatro, lo segundo sólo es patrimonio de la vocación. Sin embargo, que esta vocación cree en cosas que también interesan a la gente lo prueba su trayectoria, sus más de 40 espectáculos, sus miles de actuaciones, sus innumerables premios y sus veinticinco años como productora profesional de teatro, que no es poco.
Estamos en un momento en que este modelo de creación escénica, vocacional y estable, se tambalea. Bien porque hacer aquello en que se cree se sustituye cada vez más por hacer aquello que hay que hacer para ganar dinero (cosa también lícita y digna, y sabemos que aquí se debe encontrar un delicado, alquímico y fundamental equilibrio). O bien porque la estabilidad es cada vez más difícil en un mercado en el que el apoyo público de las políticas de los años 80, 90 y 2000 se está retirando sin ser sustituido, de facto, por nada, tras haber acostumbrado a las empresas y al público a unos circuitos y unos precios de entrada que empiezan a no ser sostenibles, entre otros problemas.
En estos momentos es muy bueno poder mirar a ejemplos como El Temple. No solo por la historia que tienen detrás, sino porque el presente que nos muestran está lleno de futuro.
Tres modelos posibles de este futuro son las coproducciones, la diversificación de intereses en lo audiovisual y la gestión de espacios de exhibición.
La coproducción, como fórmula para poder acometer espectáculos más ambiciosos, demostró ser un buen recurso en Transición (2012). Prueba de ello, además del recorrido y los premios obtenidos por el espectáculo, es que Temple repite fórmula en el 2015 con Nathalie X y con Las guerras correctas.
En el caso de Transición el proceso tuvo un componente especial, particularmente arriesgado, pero también igualmente atractivo, y que fue la co-escritura (2 autores de distintas compañías) y la co-dirección del espectáculo (2 directores de distintas compañías). Creo que este riesgo sólo se puede asumir desde una cierta comunión de universos y referencias compartidas y también desde una gran generosidad por parte de todo el equipo creativo y, en especial del equipo del que partía la idea, que no era otro que Teatro del Temple. Fue grande la generosidad de Alfonso Plou, al someter su premisa creativa (un trasunto de Adolfo Suárez en una clínica de Alzheimer, como metáfora de la desmemoria histórica) a la injerencia de otras miradas. O la de Carlos Martín al abrir, a otras visiones de dirección, un proyecto largamente meditado. Es cierto que tampoco esta diversidad era gratuita, ya que deseábamos que el contenido de la propuesta misma -la Transición- se beneficiara de una aproximación artística coral, casi caleidoscópica. El resultado fue catalogado como mejor espectáculo del año 2013 por el periódico cultural el Mundo, hizo temporada en el María Guerrero, y desde luego nos permitió, además de creer en lo que hacíamos, hacer aquello en lo que creemos, cosa muy importante para un creador, gozando además de la aceptación del medio y del público.
En el mundo audiovisual el Temple ha buscado, de forma similar a la nuestra, una prolongación natural de su actividad en los entornos dramatúrgico y actoral. Aun existiendo enormes diferencias entre los lenguajes y formas de producción de los mundos audiovisual y teatral, también hay numerosos nexos y oportunidades de intersección. No en vano ambos buscan narrar historias a unos espectadores a través de la acción de unos personajes. Y es por esto que numerosas productoras teatrales dan el paso al mundo audiovisual, sin perder su presencia teatral: además de las dos ya citadas podemos pensar en Tanttaka Teatroa, en Teatro de la Ciudad, en Albena Teatro y muchas otras, que incursionan con regularidad en el audiovisual, desde el largometraje de ficción al documental, desde el cine a la televisión. Es esta una forma, inteligente en mi opinión, de diversificar para hacer más sostenible la estructura humana creativa, que es el verdadero núcleo de importancia de nuestras empresas.
Por último, Temple asume desde el 2011, junto a Teatro Che y Moche, la gestión y programación del Teatro de las Esquinas, de Zaragoza. Infraestructura de titularidad municipal que incluye dos salas de exhibición (una de casi 500 localidades), así como aulas para la formación en Artes Escénicas, exposiciones, restaurante, bar ambigú y terraza. Un floreciente centro para la cultura escénica en Zaragoza que marcha viento en popa. La carga de trabajo que supone gestionar un centro de estas características es muy grande, y aunque viene, lógicamente, acompañada de los correspondientes presupuestos, necesita de mucho trabajo, y de trabajo bien hecho, con criterio y conocimiento. Y esto es lo que aportan Temple y Che y Moche, nos consta. Y lo aportan incrementando su dedicación aún más, y a la vez ganando en equipo y sostenibilidad para poder seguir creyendo en lo que hacen, y sacando adelante aquello en lo que creen.
Por todas estas similitudes, por lo mucho pasado juntos y por lo que aún deseamos pasar en el futuro, podemos decir con todo el cariño y toda la admiración, que el Temple es, además de todo lo ya dicho -y, sobre todo-, una compañía hermana y humana, lo cual no es poco para los tiempos que corren. ¡Larga vida!
Julio Salvatierra
Dramaturgo