Los primeros 25 del Temple desde la radio.
Hay ideas que echan raíces en nuestra memoria. Recuerdo palabras acerca del viaje por el amor creado a partir del sueño, de la fiesta de los sentidos, la exaltación de la fantasía y la imaginación, motores del sentido lúdico del ser humano. Se referían con ellas a Sonetos de amor y otros delirios, pero bien podría aplicarse a cada uno de sus montajes porque escuché cómo se reivindicaba la palabra como entidad creadora de universos y juegos: la palabra, esencia y muestra de inteligencia, arma también, pero juguetona, con capacidad de herir, pero anestesiada o controlada por esa compañía de la que hablaban en la radio.
La radio y el teatro, qué buen binomio en torno a la expresión con la que Teatro del Temple lleva asumiendo otras personalidades, distanciándonos de nosotros mismos y acercándonos a voluntad, todo en función de la historia que les tenga atrapados en cada etapa, aunque es más correcto usar el plural porque lo de centrarse en un único flanco es poco habitual, también viajar en solitario sin compañías afines porque, en ocasiones, “solo no puedes, pero con amigos sí”.
Trenes que van al mar, Ventajas de viajar en tren y Yo, mono libre, tres montajes que coincidían en cartel en 2006: el archivo sonoro de RNE no miente, tampoco Carlos Martín cuando se acerca a los micrófonos de “El ojo crítico” y “La sala” para afirmar que trabajan “sacándolo de riñón, con grandes esfuerzos, hasta que morimos o salimos hacía adelante”. Es el teatro que saben hacer, el que aprendieron haciendo equilibrios sobre la tradición y el futuro, al que se anticipan desde el presente.
Desde lo artesanal, sin empecinarse con el inexistente concepto de industria en las artes escénicas, van al encuentro con los clásicos llevando también de la mano a los contemporáneos con tal de hacer equipo; investigan para puestas en escena y se alinean en la lucha por dinamizar entornos culturales desde la gestión de un espacio como el Teatro de las Esquinas y la programación del Festival ZGZ Escena. Se embarcaron para atracar en diferentes puertos, sabiendo que podrían llegar a marearse, aunque para ellos, el mejor remedio para mantenerse en pie es que un espectador no convocado saque entrada y salga del teatro pensando que, no muy tarde, volverá.
No es tarea fácil la de sumar años otorgándose libertad para ejercer la ironía, el juego, para dar rienda suelta a la pasión, explorar conflictos… Esa materia de los sueños que nos confiere la esencia como individuos, un sentido que remarca una formación para la que el teatro debe despertar una expectativa en el espectador y no solo avivarla, sino también satisfacerla, y al igual que en las reuniones con hoguera, volver a casa con la sensación de que te han contado un cuento que echará raíces a las que aferrarnos.
Daniel Galindo
Presentador de “La sala” en RNE