«Luz y sombra de Don Juan»
Crítica de Joaquín Melguizo, Heraldo de Aragón, marzo 2011
«(…) el «Don Juan Tenorio» que Teatro del Temple presentó el miércoles ante un público muy numeroso que aplaudió con ganas (hubo algún «¡Bravo!» y alguna puesta en pie) es una propuesta de indudable interés (…), y a la que se debe agradecer su esfuerzo por alejarse de manidos clichés estéticos y por ofrecernos una lectura arriesgada y contemporánea del texto de Zorrilla.
De gran interés son el trabajo dramatúrgico (que aligera el original, lo muda de época y muta el género de algunos personajes con evidente solvencia y solidez), la escenografía imaginativa y minimalista (tres únicos elementos van delimitando el espacio y creando el mobiliario y decorados, en ocasiones con indudable valor estético) o la puesta en escena, que construye momentos realmente logrados (las escenas del bar, las del claustro y la de Don Juan y Doña Inés). Sumen el buen tono general del trabajo actoral, la eficaz iluminación y el acertado vestuario (…).»
DON JUAN TEMPLARIO
Tremenda versión setentera que se ha marcado el Teatro del Temple del clásico «Don Juan Tenorio» de Zorrilla. Imágenes pop, un vestuario cuidado, sobriedad imaginativa en la escenografía y una buena interpretación consiguen actualizar al mito del burlador, que cambia la capa y espada por la chupa de cuero y las navajas, en una versión que respeta el texto original de Zorrilla.
Esa salvaguarda de los versos, se intuye, ha sido uno de los grandes trabajos de preparación del espectáculo que, por aquello de adecuarse al siglo XXI, ha requerido un trabajo ímprobo del dramaturgo de la compañía, Alfonso Plou, y el director del Temple, Carlos Martín, a la hora de limpiar del texto de Zorrilla la abundante paja y las redundancias salvíficas del original. Un esfuerzo mayor, cuando el montaje se pone en escena con ocho actores que, en la mayor parte de los casos, doblan papeles y ejercen de unos bien incorporados tramoyistas que, con una cuidada coreografía, transforman el club Laurel en el convento del padre Conesa (en esta versión son curas los guardianes de la inocente doña Inés) y éste, a su vez, en la quinta de Tenorio o en el panteón sevillano que honra a las víctimas del matador.
Para lograr este Tenorio canalla y chulesco, el Temple se permite sólo unas pequeñas licencias, acordes con su revisión. Así, al levantarse el telón, la hosteria del Laurel del mesonero Butarelli, sorprende al espectador reconvertida en un club de la psicodelia regentado por Cristófana y su ayudante Micaela. A partir de ahí, uno como espectador se predispone a entrar en el juego de este «Don Juan Templario» que consigue, incluso, poner en valor el punto humorístico de algunas de las escenas de Zorrilla, ñoñas en extremo o recargadas de ese espíritu romántico, que las hacen exageradas para la mentalidad de nuestro tiempo.
Un don Juan cañero y setentero, cuidado y con una iluminación que hace las veces de escenografía, que no hay que perderse y que cuenta con interpretaciones brillantes incluso en los papeles más pequeños como la Cristófana Butarelli de Rosa Lasierra o el hermano portero de Sascha Montenegro. Francisco Fraguas encabeza como don Juan un reparto bien construido con Marco Aurelio González como Mejías, el ‘comendador’ Gabriel Latorre, Agustín Miguel como Ciutti, Ivana Heredia como doña Inés y Montenegro y Francesc Tamarite como Centellas y Avellaneda. Hasta el domingo, la visita al teatro pasa por el Principal y su «Don Juan Templario».