Los muy templaos.
Estamos ante una trayectoria, una vida, un discurso. Un compromiso. Todo eso y algo más: vida, teatro, voluntad de convivir entre lo contemporáneo y la tradición. Quizás una estrategia de supervivencia, siempre, una manera de estar en la brecha. Cuando se van amontonando los quinquenios, ya quedan pocas rendijas por las que escabullirse y camuflarse. Ya es tu biografía la que responde de tus actos, no solamente los comunicados y las declaraciones de intenciones.
Es en este sentido que Teatro del Temple forma parte de los proyectos que deben protegerse, emularse, copiarse, estudiarse, revalorizar, ampliar y colocar en un estado de mayor difusión porque vienen a ser el pasado inmediato, la conservación de un paradigma que atravesó la Europa teatral, institucional y de vocación estable desde muchas perspectivas, pero que va a convertirse por el peso de las obviedades económicas y estructurales en el presente más viable.
Una compañía, un proyecto artístico, una sala de exhibición, un territorio de formación, la producción como manera de poder ejecutar con solvencia, incluso empresarial, todas las iniciativas en todos los sectores, la gira perpetua como aspiración de penetración y difusión. O sea, lo que no puede ser sustituido por el mercado, el oportunismo creativo, la producción mecanizada y netamente inspirada en el liberalismo económico, sino que cuando aquí se emplea la palabra compromiso debe ser comprendido como un verbo fundamental, que se conjuga de manera horizontal, y que viene de una cara del teatro, de sus ideas, esperanzas, ilusiones y pulsiones artísticas para acabar en la otra cara del teatro, el público. Los públicos.
Que son la última consecuencia del Teatro.
Sobran las palabras. Quien desee ver lo hecho que mire los archivos. Yo busco la galería de nuevos estrenos, de nuevas iniciativas, para seguir disfrutando de sus obras, sus montajes, sus propuestas de toda índole y de su amistad fundamentada en la admiración, respeto y amor incondicional a las artes escénicas. Pues sí, yo los veo siempre muy “templaos”.
Carlos Gil Zamora
Director de la Revista Artez.